Consuelo.
Hay cosas que amo: el olor a tierra mojada, el chocolate antes de dormir, jugar con plastilina, pintar enormes lienzos, hacer rompecabezas, apostar jugando cartas, los abrazos de Lou y bailar con María. También amo los domingos. Domingos de asados, de helado y mates, de amigos y familias que van y vienen. Como hoy. Muchos sentados en sillones blancos sobre el pasto. Francisco hablando de fotografía a todo aquel que amague acercarse, mientras Marina y Rosario comentan de los últimos descuentos y Federico dialoga (o discute) políticamente con Magali. Las otras mujeres limpiando los platos, los otros hombres viendo futbol. Los ancianos jugando cartas y los niños corriendo porque siempre están corriendo. A primera vista, todo está bien. Consuelo se me acerca, como siempre, y empieza a retarme como sólo ella sabe. “Vos no entendes nunca nada y a veces cansa explicarlo todo” me dice con esa voz suave y segura. “Igual, un poco más que los demás entendes.” Consuelo cree que yo viv