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Mostrando entradas de noviembre, 2017

Ramé

Es un pasillo oscuro, largo y absolutamente rodeado de puertas. En alguna de ellas se encuentra una orquesta. Los instrumentos lloran, ríen, bailan y se enredan. Los violines sangran, gritan, se callan. Se mueven, dan vueltas, hablan más fuerte, más fuerte, más fuerte y silencio. La orquesta empieza de vuelta, las flautas saltan, piden ayuda, sonríen con fuerza. Los violonchelos están enojados, murmuran lentamente mientras se rascan las cejas. Estoy en el pasillo descalza, mis pies tocan un piso que a veces es frio y a veces cálido. Rasco las paredes, las rasguño, casi que las tiro abajo con mis uñas, pero no, los que se rompen son mis dedos. Los quiero acercar a mi cuerpo, rearmarlos con mi vista, pero estoy girando y bailando con la música que me guía. Expando mis manos, abro mi pecho, respiro hondo y caigo al suelo. Doy una vuelta, otra, otra y me paro riendo. Toco las puertas, sigo un ritmo que no conozco, pero me hipnotiza. La música imita una lluvia, las gotas que caen con