Mauro IV


      -  Estaba en un yate, uno de los más lujosos del mundo. Bueno, no sé que tan lujoso porque en realidad no conozco mucho de yates… pero este, este era absolutamente lujoso. No, ni preguntes, no te puedo decir que marca o que calibre o lo que sea que tengan los barcos porque te estaría mintiendo. Vos sabes que soy un tipo sincero, que no me gusta mentir. No me hagas esa cara. Bueno, no importa, el tema es que mi amigo estaba ahí. Se sentía feliz, calmado ¿Viste? Como te sentís cuando estas de vacaciones. Imagínate, el pobre trabaja todo el tiempo, no tiene un segundo de paz, además todos los problemas con su familia que si te empiezo a contar de eso no terminamos nunca… Bueno, mil cosas, el tema es que ahí, en ese momento estaba feliz. Y eso que estaba en el océano, en medio del océano, de la nada misma y no sabe nadar. Una de las paradojas de la vida ¿No? Que uno este tan feliz y a la vez tan perdido. Che, que me vine profundo hoy. Estoy dando muchas vueltas ¿Puede ser?
-        -  Esta bien, vos conta lo que quieras.
-        -  Siempre tan paciente vos. En fin, la cosa es que él tenia un buen libro. Parece que era un libro buenísimo porque no se podía despegar de él. Desayunamos y se fue a leerlo. Tuvimos un almuerzo espectacular, una variedad impresionante de pescado, carne, verduras, un menjunje de veganos y carnívoros adictos al champagne y él estaba impaciente por volver a leer. Después a la tardecita lo termina y se queda un largo rato mirando el agua infinita. Mirá que es profundo él. Siempre fue así, desde que nos conocemos, no sé muy bien qué pensará tanto porque muy pocas veces lo comparte. Pero ese libro lo dejo pensando, reflexionando. Después de un rato se vino a integrar al grupo con una sonrisa de tranquilidad que me dieron ganas de leer a mí también. ¡Si che! Que a veces leo y me gusta mucho. No tanto como él, que devora todo, peeero cada tanto sí. No soy de leer ensayos y esas cosas, primero me aburro y segundo, siento que no los puedo entender. La verdad que me siento medio boludo siempre que tengo que leer esas cosas, como si todos tuvieran un secreto que entienden y se están burlando de mi… los policiales. Los policiales son mis preferidos… no es morbo, te lo juro, es que me comparten una adrenalina que… No sé, yo nunca voy a tener cosas tan interesantes en mi vida. A ver, no digo que los homicidios sean precisamente interesantes, pero... Bueno, vos me entendes. Igual eso no importa ¿En qué parte de la historia iba?
-        -  Que a la tarde tu amigo se fue a integrar al grupo.
-        -  Ah bien. Si, sí. Se fue a integrar y nos pusimos a jugar a las cartas. Apuesta va, apuesta viene, quedamos en que el que perdía tenía que tirarse al agua. Él no sabe nadar ¿Viste? Pero no le importó. Dijo que si podía ponerse el salvavidas lo hacía con gusto. Que incluso si se ahogaba un poco iba a tener una nueva experiencia. Mira que él no es de hacer mucho eso, para mí fue algo que leyó en el libro… O capaz que no… ¡Que se yo! El partido estaba complicado, yo estaba ahí no más de perder y al final termino perdiendo él. Mi amigo aceptó la perdida con un orgullo, una elegancia que me hizo pensar que tal vez él solo se quería tirar al agua por primera vez. ¡Ah, eso no te conté! No es sólo que no sabía nadar, sino que él nunca, nunca, pero nunca se había metido al mar, ni si quiera a la orilla. Así que bueno, capaz que tenía ganas de probar. Le pusieron el chaleco, se acercó a la borda y miró. Los otros gritaban, lo animaban, hacían brindis, pero él estaba ahí quietito y mirando. Ya estaba medio oscuro. Si, ya se, una boludez lo que hicimos. Estábamos medio copetados, no, no es excusa, pero bueno… Podríamos haber dejado la apuesta para el día siguiente pero la verdad que a nadie se le ocurrió. Ni siquiera a él, que no había tomado nada, ni un sorbito. Y capaz que si tomaba algo era más fácil tirarse, porque un poco te desinhibe ¿Viste? Pero él andaba mal del estómago y que el movimiento del yate lo mareaba y que además no iba a poder leer y no sé qué más cosas. Cuando quiso tomar ya no quedaba nada. Y uno piensa que los millonarios nunca se quedarían sin bebidas, pero estos sí. Yo, si tuviera tanta plata tendría siempre un poquito de reserva. Bueno, cuestión de que lo estábamos viendo ahí todo quieto y uno que estaba al lado mío me dice: “se paralizó”. Y en ese mismo momento lo vemos caer. ¿Sabes qué? Capaz que si tenían su reserva… pero no lo compartieron con nosotros, porque después los vi más machados todavía. Bueno, ya es tarde… La cuestión es que lo vemos caer. Yo te juro que pensaba que se había paralizado en serio, que se iba a ahogar. Corremos todos hasta el borde, cagados hasta las patas, y lo vemos ahí flotando, todo tranquilito y sonriéndonos. Empezamos a brindar de nuevo, nos cagábamos de risa, subimos la música y lo dejamos flotar relajado. Y ahí es cuando todo sale… mal.
-         -  Aquí tengo pañuelitos.
-         -  No, gracias.
-         - Te los dejó acá.
-         -  No, no pasa nada. Si, en ese momento casi me muero… Estábamos todos bailando, haciendo la nuestra, contando chistes, chupando y de repente… No sé quien fue… es todo medio borroso... No, no sé quién fue. Pero alguien empieza a gritar ¡EL SALVAVIDAS! ¡EL SALVAVIDAS! Nos acercamos de vuelta a la borda y estaba el chaleco flotando solo. Sin él. Lo habían agarrado mal ¿Entendes? Por machados, por ebrios, por inconscientes. Le habíamos puesto un chaleco, nosotros, en nuestro estado, a una persona que no sabía nadar para que se tire al agua por una apuesta de mierda. Ya no se veía casi nada. Alguien, no sé quién, se tiró para buscarlo y como efecto dominó nos fuimos tirando todos. Cuando levante la cabeza del agua estábamos ahí los 15 en el agua. Desde afuera uno trataba de alumbrar. Yo no podía pensar en nada, era automático mi cuerpo nadando casi con desesperación a buscarlo. Miento. Si pensé en algo. Pensé que no le había dicho que lo admiraba. Nunca se lo dije. Porque lo admiro ¿Sabes? A mí me gustaría ser un poco como él. Es inteligente, pero de esos inteligentes que nunca te juzgan y que siempre escuchan. Siempre se puede hablar con él. Yo siento que a veces nadie quiere hablar conmigo. Pero igual me pone un poco mal el hecho de que es bueno e inteligente y andaba siempre aislándose. Se alejaba de la gente. ¿Por qué será eso? En fin, cuando salí por tercera vez a buscar aire ya lo habían encontrado. Estaba bien, se había tragado medio océano, pero bien. Tosía agua. Mucha. Como cuando te agarran esos ataques de vomito espantosos y casi no podes respirar porque le sigue otra expulsión violenta de más vomito. Salimos del agua, le dimos un toallon, bajamos la música y uno, medico, lo revisó. ¿Qué locura eso no? ¡Justo había un médico! Nunca había tenido una experiencia con algún paciente ahogado, pero se notaba que sabía lo que hacía. Mi amigo quedo pipicucu. Se reía, se tomó todo con humor. Incluso dijo que quería volver a intentarlo al otro día… Eso es lo que me esta matando. Ese día me di cuenta.
-          - ¿De qué te diste cuenta?
-          - Hay algo que me molesta… No sé por qué, pero cuando lo vi a él, lo escuché a él, me di cuenta. ¿Viste que te dije que uno dijo “se paralizó”? Bueno, él no estaba paralizado… pero eso me pasa a mí. Me paralizo. Siempre que tengo que hacer algo nuevo me paralizo. Es horrible. No sé como manejarlo. No sé si es ansiedad o un ataque o alguna otra psicologeada de las que no tengo idea, pero me paralizo. Siento que no voy a poder hacerlo, que me va a salir mal. Me da una angustia. No soy como los demás en eso… A algunos hasta les da risa, se ríen de que no pudieron hacer algo bien. Todos lo vuelven a intentar, se sueltan. Yo no puedo. Me pone mal. Creo que no voy a poder, que voy a fracasar, que los otros se van a burlar o que les voy a arruinar el momento, o que me van a juzgar. Ni si quiera tiene que ser algo importante, puede ser que me quieran enseñar un juego o algún deporte o una comida y yo… me paralizo. Me empiezo a agarrar las manos, a presionarlas, y la respiración se me hace como más pesada, incluso siento la línea de la frente empezando a marcarse. Juro, eh, juro que me quiero mover y hacer lo que me están diciendo, pero es como si tuviera los pies anclados en la tierra. Sé que no es lógico… pero me da temor. Y siempre lo hago. Como él, que con todas las de perder saltó al agua. Siempre hago, siempre intento y ahí cuando estoy intentando… todo es peor. Porque ya me doy cuenta que no me está saliendo ¿Entendes? que no me va a salir y me siento un imbécil. Y quiero pedir perdón, se me escapa por ahí ese “perdón” que en realidad lo hace todo aún peor. ¿Alguna vez te pasó? Yo se los veo a mis amigos… cuando me pasa esto, ellos se están riendo, porque claro ¿Cómo se van a imaginar que eso me esta pasando? Pero por ahí se me va de boca el “perdón” y entonces se dan cuenta… Se dan cuenta que no estoy disfrutando, que me estoy tomando algo muy en serio y me dicen que “no tengo que pedir perdón”. Se dan cuenta ¿Entendes? Pero no sé que tanto se dan cuenta. No sé si entienden.
-          - Llora tranquilo.
-          - ¿Me pasas los pañuelos por favor?
-          - Saca.
-          - Gracias.
-          - 
-          - Soy un boludo por llorar por esto. No llore por mi amigo que se estaba muriendo y lloro por esto. Perdón, no sé por qué eso me pone tan mal. No entiendo por qué siempre me quedo quieto. Quiero tomármelo más con soda, más para la diversión. ¿Será que me auto exijo mucho? ¿Sera que necesito hacer las cosas bien porque creo que no me van a aceptar sino? Mirá, antes te dije que estoy profundo, pero creo que estoy sensible no más. Te conté la historia con mucha diversión y ahora me ves llorando. Perdón. No sé qué será, pero nunca lo había visto tan claro como cuando paso todo lo del yate. Tampoco sé porque me doy cuenta ahora o porque lo puedo contar ahora o porque inesperadamente lo quiero contar ahora. Sólo quería contarlo, parece importante ¿No? Capaz que es una boludez lo que te estoy diciendo.  Además, venía a hablarte de otra cosa también… ¿Tenemos tiempo?
-          - No, por hoy terminamos la sesión. Pero es importante que registres todo lo que me dijiste. Vamos a seguir trabajando con eso. Y esto que me queres contar también lo podemos dejar para la próxima. Te espero el martes a las 16 hs. Tranquilo, llévate los pañuelos. Nos vemos, Mauro.
-          - Nos ve-e-mos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Hasta cuándo?

Voces

Día 8: